En el pasillo hacia nuestra luz, en el golpeteo de latidos en sueños, en el recuerdo que mantengo vivo de tus besos, el despertar, no es algo a lo que deba temer, cuando siempre que lo hice fue para perder… tal vez, mi camino, siempre fue mi camino… tal vez, yo soy lo que soy porque siempre fue lo que fui… y ante el tiempo, seré tu respuesta… y ante las lágrimas, seré mar lleno de tantas… no puedes encontrarte entre tantos iguales, no puedes distinguir la gota de la lágrima entre tanta agua salada… pero, el negar de un destino siempre fue mi razón, que uno es su propio destino… y jamás podrás arrebatarme lo único que me hace sentirme vivo… mi capacidad de decidir sobre mi vida. Y a pesar de todo, he perdido tanto, y dejado marchar tanto, que es indudable el sacrificio que uno hace por algo que no llega a visualizar cercano, pero siempre tan claro… miedo, a que la decisión cada vez sea más firme y segura, a que mi camino esté tan marcado, que llega a ser un flujo constante, una motivación por la que seguir respirando…
Pero, todo esto conlleva unas graves consecuencias. Siendo la soledad tu gran respuesta. A cada paso, a cada peso, a cada hecho que cae sobre tu cuerpo, a cada mañana al despertar y tirar literalmente de ti, y ser tú, tu único apoyo tanto para seguir, como para levantar mil y una vez… no me dejo marchar, no me dejo ir, no me dejo vencer… por más que el mundo sea reflejo de lo opuesto… por más ciego que pueda estar…
No hay razón convincente para lo contrario…
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